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Foto del escritorGuillermo Sajal

Camila

El señor Beta está cansado. Se siente vacío, no sabe si igual que ayer o más que nunca. El señor Beta hace poco comenzó a tomar antidepresivos, a encerrarse en su apartamento para ver televisión y sentirse aún más devastado por la realidad en la que está. Esta noche, el señor Beta tomó la decisión de terminar con su melancolía, de acabar con su desaliento cerrando todas las puertas y ventanas de su hogar y abrir el gas de la cocina al máximo, prender la tele y sintonizar las noticias, la melancolía está por terminar.


El señor Beta se sienta frente al televisor con la esperanza que al acabar el noticiero de las diez el trance que llaman vida también llegue a su fin. El señor Beta está mareado, comienza a reír, es curioso que en medio de su suicidio hayan más risas que en resto de su vida, con sus lánguidos ojos observa que la ventana en diagonal a él está entre abierta, con ganas de que todo tenga un fin el señor Beta se levanta tambaleante a cerrarla, en su trayecto respira con fuerza como cuando hueles una rosa, llega a la ventana y cuando la está ajustando observa como en la esquina de la calle de enfrente un joven es apuñalado no cinco, tal vez fueron ocho o doce veces, ya no sabe, el mareo es bastante de todas maneras al señor Beta no le importa, una vida más, una vida menos.


Los dos hombres responsables del charco de sangre frente a su ventana salen corriendo no sin antes escudriñarle los bolsillos, quitarle el celular, el dinero y los Adidas que llevaba puestos. El señor Beta dedica uno de sus últimos alientos para observar la escena, “La vida es una mierda, menos mal me estoy muriendo”, se dice en sus adentros. Entonces el joven medio muerto se mueve como una babosa cuando le hechas sal, el señor Beta lo observa como si ambos tuvieran ganas de vivir, algo se mueve en su interior, el joven se arrastra dejando un camino rojo un lunes vacío, sin luz, sin gente, sin esperanza.


El señor Beta se sienta frente a la tele y respira profundo, algo pasa, sigue vivo, el señor Beta no puede concentrarse, “Debí cortarme las venas o colgarme en el estudio” piensa, entonces, tambaleante de nuevo, sale de su departamento, baja las escaleras y con la mirada borrosa se acerca al joven que con más sangre que aliento en su rostro lo observa mientras el señor Beta se arrodilla y sostiene su cabeza en su regazo, el joven le entrega un papel lleno de sangre pero con letra aún legible: “Para Camila” susurra, el señor Beta se levanta mientras el joven cada vez más se confunde con el suelo, con la tierra, con la noche. El señor Beta sigue mareado, guarda la carta en su bolsillo, se toma un segundo para respirar y cae inconsciente al suelo. Suenan las sirenas de las ambulancias.




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