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Foto del escritorGuillermo Sajal

¿En que trabaja tu papá?

Fue difícil; era una pregunta que la profe les hizo a todos, cuando me miró, respondí:


-Mi papá planta rosas para regalarle a las mujeres.


Las niñas dijeron que eso era bonito; la profesora preguntó:


-¿Tienes una floristería? –No, pero ya empezaron a construir una muy grande a las afueras, dije. Todos sonrieron.


Cuando llegue a casa hablé con papá y le pregunté:


-¿Como te fue en el trabajo?

–Muy bien mijo; me dijo, hay mucho trabajo.

-¿Te puedo acompañar a entregar rosas a las mujeres? Le dije.


Él miró extrañado y se quedó en silencio un instante


–Eh, no se puede, las entregas son en las noches... Luego de eso todo fue blah blah blah, nos acostamos a dormir.


Al día siguiente papá recibió una llamada y luego se sentó a mi lado:


-Hoy me vas a acompañar a la oficina, me besó en la frente, yo empaqué los marcadores.


Salimos a la oficina de uno de sus amigos. Ellos se encerraron a hablar mientras yo daba vueltas en la sala de espera, había un cuadro mal pintado de una rosa en la pared. Un hombre salió de un cuarto y me observó:


¿Estas son las rosas que se entregan en las noches? Pregunté.

El señor entre risas contestó:

-Esa no es una rosa. Se marchó.


Papá se asomó entre la puerta y me hizo pasar, parecía que le picaba la nariz, me hizo señas para que le diera la espalda, abrió mi mochila y metió varios ladrillos blancos; pesaban mucho.


-Cielo, dijo, vamos a ir derecho al carro, sin detenernos ¿bueno?

-¿Que empacaste? Le dije. –Tú no vendes rosas a mujeres -¿Que flor es la que está pintada afuera?


Papá me empujó, mientras el otro hombre me miró y dijo: Amapolas pelao, vendemos amapolas; papá observó al hombre un momento y dijo:


-Es la última vez.


Papá y yo salimos del cuarto y caminamos, el pasillo era largo, los ladrillos pesaban y la flor mal pintada no me gustaba. llegamos al auto, al entrar guardó mi mochila en el asiento de atrás, el auto daba la impresión de estar sucio, no estaba sucio, pero me daba la impresión.


Arranco el motor. Arrancó el motor por segunda vez, entonces una gota rojiza salió de su nariz


–Es del color del cuadro, le dije. Papá se limpió y arrancó

-Rojo amapola, le dije, el color de tu sangre es amapola. Él me miró y abrochó mi cinturón mientras avanzamos en la carretera.




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